Unos tres años después (1857), en Lourdes (Francia), la Virgen María se le apareció a una humilde pastorcita, Santa Bernardita Soubirous, en repetidas oportunidades. En una de ellas se presentó a sí misma con estas palabras: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

Actualmente son miles los templos -distribuidos en los cinco continentes- que están dedicados a “la Inmaculada”; y millones los fieles que a Ella profesan particular devoción.

En el corazón de nuestros pueblos

La Inmaculada Concepción es la patrona de España; mientras que en América, en muchos países, ha quedado impostada en diversas advocaciones marianas.

Solo como una pequeña muestra de esto, se puede traer a colación que, por ejemplo, en Nicaragua la imagen de Nuestra Señora de “El Viejo” es una representación de la Inmaculada Concepción -cuyos devotos llaman cariñosamente “La Purísima”-. Algo semejante sucede en Paraguay con la venerada “Virgen de Caacupé”, que también es una representación de la Inmaculada Concepción.