Si algo faltaba en la inmensa variedad de elementos que los humanos “modernosos” solemos desechar con una frecuencia alarmante, ya está completa la lista.
Tiramos de todo, porque usamos de todo, en este mundo tecnologizado, que crea necesidades primarias donde no las hay y a las cuales es muy difícil no sucumbir.
Ya sea por exigencias laborales o sociales, la tecnología hace años que ha llegado para instalarse en nuestras vidas y sus productos tienen un determinado tiempo útil y luego se transforman en desechos.
¿A dónde van los residuos de la comunidad humana actual? A la basura, como corresponde a la comodidad que supimos conseguir. Y así nos desprendemos de los electrodomésticos para los cuales ya no hay repuestos, de aquella vieja computadora de escritorio con todos sus componentes, de aquel viejo celular que al caerse rompía el piso, de las linternas que “ya no sirven”, entre muchos otros elementos electrónicos que incrementan necesariamente el volumen de residuos que producimos.
Los humanos somos los únicos productores de desechos electrónicos en nuestro planeta.
¿A qué se llama “residuo electrónico”?
La chatarra electrónica, o basura tecnológica está compuesta por todos los productos eléctricos o electrónicos que han sido desechados o descartados. Los aparatos viejos se desmontan, se trituran mecánicamente, se separan en fracciones individuales de material (metales ferrosos y no ferrosos, plástico, partes de vidrio) y luego se envían (en el mejor de los casos) a centros de reciclaje.
A la hora de desechar este tipo de residuos, es importante NO MEZCLARLOS con otro tipo de basura. En este sentido, las campañas de concientización sobre la importancia de separar los residuos en origen, destacan que los desechos electrónicos deben ser separados y puestos para su retiro, junto a desechos secos y reciclables, como papel, cartón, vidrio, etc.
En algunos lugares hay puntos de recolección exclusiva para los residuos electrónicos, pero no es la generalidad. Allí, se establecen categorías para separarlos: aparatos de intercambio de temperatura, pantallas y monitores, lámparas grandes, pequeños aparatos, aparatos de informática y aparatos de telecomunicaciones. Casi la mitad de la basura electrónica ya producida, está compuesta por dispositivos personales, como computadoras, pantallas, smartphones, tablets y televisores; el resto son electrodomésticos más grandes, equipos de calefacción y aire acondicionado.
La basura electrónica representa un serio riesgo para la salud y para el medio ambiente. Entre las sustancias más habituales que contiene este tipo de basura, se pueden enumerar elementos como el cadmio, el plomo, el óxido de plomo, el antimonio, el níquel o el mercurio…que son elementos cuya toxicidad afecta a los cursos de agua, y a la atmósfera, que reciben los gases que emite cada uno de ellos, lo cual redunda en el desequilibrio de los ecosistemas y del ambiente en general.
Las baterías de los celulares, por ejemplo, contienen arsénico y cadmio, que producen enfermedades respiratorias y cutáneas, y pueden ser cancerígenos por eso se recomienda no colocar el celular bajo la almohada cuando dormimos, y sobre todo, entender que un celular NO ES UN JUGUETE que los pequeños puedan manipular ni llevarse a la boca.
Los mayores productores de este tipo de basura, son China y E.E.U.U. Lo cual no es una casualidad, ya que son los mayores productores de este tipo de artefactos. Las mediciones en este sentido, son alarmantes: el registro de 2019 lleva a unos 60 millones de toneladas, la cantidad de desechos generados en todo el mundo, lo cual representa un aumento de alrededor del 25% entre 2015 y 2019., con un reciclaje del 17% global…aunque en América Latina, tristemente, sólo se recicla un 3%. En nuestro país, la situación no es diferente.
Las proyecciones a 2030 no son nada alentadoras, pues se prevé que para 2030 se produzcan más de 70 millones de toneladas de residuos electrónicos. Para el 2050, se prevé una “producción” de unos 120 millones de toneladas.
Si hablamos del tiempo de degradación de estos residuos, tenemos que ubicarnos en los 300 años. Esto quiere decir que si no reducimos, reciclamos o reutilizamos lo que desechamos, nuestro mundo será con seguridad un enorme vertedero contaminado, que será nuestro hábitat.
Dicho lo anterior, es importante la preocupación, pero es más importante que nos ocupemos del asunto. No cambiar los equipos porque sí o por moda, optimizar la vida útil de los aparatos, realizar el mantenimiento correspondiente, reducir al máximo la utilización de todo lo electrónico, son buenas opciones de acción.
¡DE NOSOTROS DEPENDE!
Por Mirian G. LAMAS RIVERO