Ana Lucía Rodríguez Novoa residía en nuestra ciudad en el año 1982 y trabajaba en la bodega El Puerto de Tolombón. Hace 5 años narró y publicó en Facebook lo que le tocó vivir en aquel momento del conflicto bélico.
Este es el texto completo de escrito por ella:
Hace 36 años, el 2 de abril, regresaba del trabajo en una finca vitivinícola en Cafayate (Salta) antes de la hora habitual de salida. Los chicos salían de las escuelas apuradamente, en las confiterías ya estaban reunidos varios lugareños y en la Plaza había una gran algarabía que se mezclaba con el fuerte sonido de las campanas de la iglesia. Es realmente indescriptible narrar la alegría que se sentía en todo el ambiente y como en los rostros de cada argentino se traslucía un orgullo y patriotismo total. No era para menos…¡Recuperarían Las Malvinas!
Recuerdo los primeros días subsiguientes, todos querían enrolarse para ir a la guerra y defender las islas, todo era emoción con las primeras noticias que llegaban a través de la televisión nacional pero poco a poco esa alegría empezó a transformarse en preocupación, angustia y gran dolor -cada día era triste saber que un familiar, vecino o un amigo había perdido la vida en batalla-. La mayoría de los combatientes al frente eran chicos entre los 17 y 20 años que estaban en la colimba (servicio militar).
Por las tardes, las jovencitas nos uníamos a las señoras mayores en los cafés para tejer bufandas, chompas y guantes que serían enviados a los soldados para combatir las bajas temperaturas. Los más pequeños eran los encargados de escribirles cartas reconociendo su gran valor en la guerra ( las colocaban dentro del empaque de un chocolate o alfajor) y todos los trabajadores donamos un día de sueldo para el llamado Fondo patriótico.
Son muchas las historias trágicas que dejó la guerra, también muchas historias de dolor, impotencia y repudio hacia los militares cuando se empezaron a descubrir tantas falsedades.
Un mes después, un niño fue a comprar un alfajor a un kiosco, sorpresa fue para la empleada del niño al desenvolver el alfajor y encontrarse con una de las cartas para los soldados. Ese fue el inicio del hilo para descubrir los grandes robos que se dieron con las miles de donaciones realizadas por un país entero.
Dentro del drama que conlleva una guerra, gracias a Dios se pueden rescatar algunas lindas historias. …Entre ellas, estaba la de Claudio, un soldado gordito muy carismático que le escribió al niño que le había enviado la carta contándole que era huérfano, se había criado en un orfelinato y se sentía muy orgulloso de defender Las Malvinas además de haber podido conocer más sobre Dios gracias al párroco del ejército. Lo que más deseaba al volver era poder hacer la Primera Comunión y tener una familia que lo quisiera. En la siguiente edición de la revista que contaba su historia, le dedicaron varias páginas con fotos donde se le veía a Claudio tratando de leer ¡las miles de miles de cartas que recibió! las señoras le enviaban bellos rosarios, libros de catequesis, parroquias que ofrecían prepararlo para la Primera Comunión, gente que le enviaba sus fotos familiares para que se sintiera querido por ellos y también, de familias diciéndole que querían adoptarlo.
En junio, al finalizar la guerra, una noticia me impactó y caló hondo en mí…..Una madre recibe el llamado, desde la base aérea, de su hijo, era uno de los afortunados que regresaban con vida de la guerra. El hijo le pide a la madre le permita llevar a la casa un compañero que fuera herido y no tenía familia en Buenos Aires, «mamá quiero adelantarte que mi amigo perdió un brazo, una pierna y un ojo», la madre le responde casi de inmediato «Nó, hijo por favor, no lo traigas, no podré soportarlo verlo así», en ese mismo instante el joven soldado se suicidó de un balazo…..
Los comentarios están cerrados, pero los trackbacks y pingbacks están abiertos.