Con motivo de la muerte de Carlos Alberto Etchart el lunes 12 de agosto, su amigo lo despidió afectuosamente.
Esta es la sentida y afectuosa despedida:
Como dice Jorge Manrique en sus “Coplas”, una elegía por la muerte de su padre:
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
Cuan presto se va el placer
Cómo después de acabado da dolor…
Se nos fue «El Moro» Etchart, un pedazo de Cafayate que ya no está con nosotros físicamente, pero su alma de bohemio se niega a dejarnos.
Se fue una madrugada de este mundo – un momento del día que tantas veces lo vio caminar por los “senderos de la alegría”, como él decía – tal vez a encontrarse con viejos amigos que partieron antes y con su hermano Arnaldo. Si… seguro”
Un amigo muy querido, bonachón, afable, filósofo y sabio. Tanto que fue capaz de ser sibarita, en algunos casos y asceta cuando lo consideraba oportuno.
De chico, buen jinete, de atuendo sencillo, alpargatas y sombrero alón. En su vida de estudiante, un genio. Como amigo, de los mejores.
Se fue de sus pagos herido por las circunstancias a radicarse en otros lares. Pero su pensamiento y su corazón, siempre puesto en el lugar que lo vio nacer y crecer.
A la distancia, siempre preguntó por sus amigos de tertulias: “Qué hace el Chorizo López, cómo anda el Tarta Pastor, el Papa Royano, el Gordo Ríos…”. En definitiva, me preguntaba por todos y con lujo de detalles tenía que ser la respuesta, si no, insistía. Seguramente que ahora va a estar con todos ellos, despojado de achaques y “lleno de alegría” (así decía cuando estaba con sus amigos).
Con capacidad para mantener charlas sencillas o altamente enriquecedoras, conversar con él era un lujo.
En poquísimas palabras, así era El Moro (mote impuesto por el doctor Manuel García Bes, cuando le vio los ojos al nacer el 21 de noviembre de 1939.
Carlos Alberto Etchart. Morito… Te vamos a extrañar muchísimo, querido amigo!!!
Hasta pronto!!
Un sentido y afectuoso saludo a sus seres queridos, seguramente ya se habrán juntado con el Chingolo Zalazar su primo y amigo, en las estrellas que cubren el cielo Calchaqui, y estarán recordando sus andanzas en años mozos, pisando con sus alpargatas desflecadas las arenas de la tierra Cafayateña que llevaban muy dentro de su corazón.